👉 «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.» *Filipenses 4:6
La ansiedad es un tema recurrente en la vida diaria de las personas, y la Biblia aborda este aspecto humano de manera clara, ofreciendo una solución que va más allá de los esfuerzos individuales. En Filipenses 4:6, Pablo exhorta a los creyentes: «Por nada estéis afanosos», usando el término griego merimnáō , que se traduce como ansiedad o preocupación. Sin embargo, este término no se refiere a cualquier tipo de preocupación cotidiana, sino a una forma de ansiedad que fragmenta la mente, distrayendo a la persona y afectando su fe y confianza en Dios. La preocupación aquí es descrita como un estado que puede consumir y paralizar a quien lo experimenta, impidiéndole enfocarse en lo esencial: su relación con Dios.
La palabra merimnáō también aparece en otros textos del Nuevo Testamento, como en Mateo 6:25-34, donde Jesús enseña sobre no afanarse por lo que hemos de comer o vestir, llamando a sus seguidores a confiar en la provisión de Dios. Este tipo de ansiedad refleja una falta de confianza en que Dios proveerá lo necesario, lo que provoca una separación mental y emocional entre lo que se necesita y la fe en el Señor. El apóstol Pablo, al utilizar el término en Filipenses, no está negando que existan preocupaciones legítimas, sino que está dirigiendo a los creyentes hacia una solución: orar y llevar todas esas ansiedades a Dios.
Pablo reconoce que la ansiedad es una experiencia humana, pero la respuesta que ofrece es llevar esas preocupaciones a Dios a través de la oración. En lugar de estar paralizados por el afán, invita a los creyentes a reemplazar esa ansiedad con oración, rogativa y acción de gracias. Esto no es simplemente un consejo práctico, sino una profunda enseñanza espiritual: la paz de Dios guardará sus corazones y mentes. La palabra «guardar» indica una protección activa contra el estado de ansiedad excesiva. Por lo tanto, el enfoque bíblico del merimnáō no es la eliminación total de las preocupaciones, sino el manejo adecuado de estas mediante la dependencia en Dios, quien es capaz de reemplazar la ansiedad con su paz que sobrepasa todo entendimiento.