El sueño de Jacob es uno de los relatos más fascinantes del Antiguo Testamento, lleno de simbolismo y promesas divinas. En Génesis 28:12, mientras huía de su hermano Esaú, Jacob tuvo una visión sorprendente durante su descanso: «Y soñó, y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella.» En esta visión, la escalera conectaba el cielo con la tierra, y los ángeles, mensajeros de Dios, transitaban entre ambos reinos. Dios mismo le habló desde la cima de la escalera, reafirmando el pacto hecho con Abraham y prometiendo bendiciones a Jacob y su descendencia.
La escalera simboliza la conexión entre Dios y el hombre, un puente que parecía roto debido al pecado humano. Jacob, sin darse cuenta, se encontraba en un lugar sagrado donde Dios le revelaba su plan de estar cerca de su pueblo. A lo largo del Antiguo Testamento, esta idea de que Dios busca estar en relación con la humanidad se reafirma a través de profetas y promesas. Sin embargo, la escalera de Jacob apunta a una realidad mayor que se cumple en el Nuevo Testamento.
En Juan 1:51, Jesús hablando con Natanael, hace una declaración extraordinaria: «De cierto, de cierto os digo: De aquí en adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.» Esta afirmación revela que Jesús es la verdadera «escalera» que Jacob vio en su sueño. Él es el mediador perfecto entre Dios y la humanidad (1 Timoteo 2:5). Mientras que la escalera de Jacob era una visión, Jesús es la realización concreta de esa conexión. A través de su vida, muerte y resurrección, Jesús abrió un camino directo hacia Dios (Juan 14:6), un acceso que antes estaba cerrado debido al pecado (Romanos 5:1).
La visión de los ángeles que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre refuerza esta idea. Jesús es el único camino al Padre, el enlace viviente que une el cielo y la tierra. En Él, las promesas hechas a Jacob encuentran su cumplimiento, y en su sacrificio, los hombres pueden acceder a la presencia de Dios. La escalera que Jacob vio es una anticipación del plan redentor de Dios, que culmina en Cristo, quien es el único camino a la salvación y la vida eterna.
El sueño de Jacob y la declaración de Jesús en Juan son una invitación a reconocer que el acceso a Dios no se encuentra en nuestros propios esfuerzos, sino en la obra de Cristo. Él es el puente que conecta nuestra realidad terrenal con la gloria celestial.