La pregunta sobre si Dios tiene sentimientos es una cuestión teológica profunda que depende en gran medida de la perspectiva bíblica y filosófica desde la cual se aborde. Para responder detalladamente, analizaremos lo que la Biblia dice sobre el tema, la relación entre la inmutabilidad de Dios y sus aparentes emociones, y cómo podemos entender estos conceptos sin caer en errores teológicos.
Las Escrituras presentan a Dios como un ser que experimenta y expresa lo que en términos humanos llamamos «sentimientos» o «emociones». Veamos algunos ejemplos:
- Amor: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito» (Juan 3:16).
- Compasión: «Jehová es clemente y misericordioso, lento para la ira y grande en misericordia» (Salmo 103:8).
- Ira: «Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días» (Salmo 7:11).
- Dolor o tristeza: «Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón» (Génesis 6:6).
- Gozo: «Jehová está en medio de ti, poderoso; él salvará; se gozará sobre ti con alegría» (Sofonías 3:17).
A partir de estos pasajes, pareciera que Dios sí experimenta emociones, pero esto nos lleva a un dilema teológico: ¿Cómo es posible que Dios, quien es inmutable (Malaquías 3:6), tenga sentimientos, si estos parecen implicar cambios en su ser?
La Biblia enseña que Dios es inmutable, es decir, que no cambia:
- «Porque yo Jehová no cambio» (Malaquías 3:6).
- «Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación» (Santiago 1:17).
Si Dios no cambia, ¿cómo puede experimentar sentimientos como la ira o la tristeza sin que esto implique una transformación en su ser?
Aquí es donde entra el concepto de antropopatía, que es la atribución de emociones humanas a Dios para que los seres humanos podamos comprenderlo mejor. Es decir, Dios no experimenta sentimientos en el mismo sentido en que los experimentamos nosotros, sino que la Biblia usa un lenguaje humano para describir su relación con la creación.
Por ejemplo, cuando se dice que Dios «se arrepintió» de haber creado al hombre (Génesis 6:6), no significa que Dios cambió de parecer como lo haría un ser humano, sino que está expresando, en términos comprensibles para nosotros, su desaprobación del pecado y su decisión de actuar en consecuencia.
A diferencia de los humanos, que son gobernados por sus emociones y pueden ser impulsivos, Dios no experimenta emociones de manera irracional o descontrolada. Sus sentimientos son expresiones de su naturaleza perfecta y santa.
Por ejemplo, cuando la Biblia habla de la «ira de Dios», no se refiere a una explosión de enojo incontrolable como en los seres humanos, sino a su justa indignación contra el pecado. Su amor, ira y compasión no fluctúan según las circunstancias, sino que son reflejos constantes de su carácter santo y justo.
Dios no es un ser distante e insensible. Aunque sus «sentimientos» no cambian como los nuestros, la Biblia deja claro que Él se relaciona con su pueblo de manera amorosa y personal.
- Jesús, siendo Dios encarnado, lloró por la muerte de Lázaro (Juan 11:35), mostró compasión por las multitudes (Mateo 9:36) y experimentó angustia en Getsemaní (Lucas 22:44).
- Dios se goza con su pueblo: «Jehová se gozará sobre ti con alegría» (Sofonías 3:17).
- Él es un Dios cercano, que escucha el clamor de los suyos (Salmo 34:17-18).
Todo esto muestra que Dios no es impersonal ni indiferente, sino que se involucra en la vida de sus hijos y actúa en amor, justicia y misericordia.
En conclusión podemos decir que Dios sí expresa lo que podemos llamar «sentimientos», pero no en un sentido humano de fluctuaciones emocionales. Sus atributos son constantes y no cambian con el tiempo. La Biblia utiliza lenguaje antropopático para ayudarnos a entender su relación con el hombre, pero esto no significa que Dios tenga emociones en el sentido humano de impulsividad o variabilidad.
Podemos confiar en que el amor, la misericordia, la justicia y la santidad de Dios son perfectos, inmutables y eternos, lo que nos da seguridad en su fidelidad y en su carácter.