El verbo Aborrecer

«Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.» Lucas 14:26

A primera vista, este versículo parece contradecir el mandato de amar incluso a nuestros enemigos. Sin embargo, para entender su significado, debemos considerar el hebraísmo presente en el lenguaje de Jesús. La palabra griega traducida como «aborrece» es μισέω (miséo), que, en este contexto, no significa odio literal, sino «amar menos.» Es una forma de enfatizar que el amor y la lealtad hacia Cristo deben superar cualquier otro vínculo, incluso los más cercanos.

Esta interpretación queda confirmada en Mateo 10:37, donde Jesús dice: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí.” Aquí, el sentido es claro: el discipulado exige que Cristo ocupe el primer lugar en nuestras prioridades y afectos. No se trata de rechazar o despreciar literalmente a los seres queridos, sino de colocarlos en un lugar secundario respecto al compromiso con Jesús.

Por lo tanto, Lucas 14:26 no contradice el llamado al amor, sino que lo redefine a la luz del Reino de Dios. Seguir a Cristo requiere una devoción que supere cualquier otra relación o apego, incluso nuestra propia vida. Esta enseñanza nos desafía a evaluar dónde está nuestro corazón y a vivir con una entrega total a Él.

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