La Sal de la Tierra

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con que será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”. Mateo 5:13

Diversos eruditos han hecho hincapié en los diferentes usos que tenía la sal en la antigüedad, la sal es tanto un preservativo como un sazonador o un elemento que normalmente se agregaba al estiércol de los animales.

La sal pura no puede perder su sabor o efectividad, pero la sal que es común en el área del Mar Muerto está contaminada con yeso y otros minerales y puede tener un sabor pobre o ser ineficaz para preservar. Sal mineral de este tipo era útil tan solo para mantener las calzadas libres de vegetación.

Si la sal se vuelve insípida, ¿cómo se puede restaurar su salinidad? No hay forma alguna de restaurar el sabor verdadero, natural. Cuando ha perdido su sabor, la sal no sirve ya para nada. Es echada fuera para ser pisoteada. El comentario de Albert Barnes acerca de este pasaje es iluminador:

La sal empleada en este país es un compuesto químico, y si se perdiese su salinidad o perdiese su sabor, no quedaría nada. Pero en los países orientales, la sal que se empleaba era impura, mezclada con sustancias vegetales y terreas, de modo que podía perder toda su salinidad y quedar una cantidad considerable de sal sin el sabor. Esto ya no servía para nada, excepto un uso, como se menciona, de utilizarla en caminos o senderos, como nosotros usamos grava. (Albert Barnes, Notes on the New Testament, Matthew and Mark, pag. 47.)

No hay duda de que el uso que tiene en mente Jesús es el de preservante y agente que da sabor: “si la sal se desvaneciere o perdiere su sabor”, la palabra griega puede también significar “volverse necio” (Comentario Del Contexto Cultural de La Biblia Nuevo Testamento por Craig S, Keener). La enseñanza aquí es más cercana a la que expresó un rabino a fines del siglo primero. Cuando le preguntaron cómo se le podía devolver el sabor a la sal cuando lo había perdido, respondió que debía salarse con la placenta de una muía. Al ser estériles, las muías no tienen placenta, y de esta manera quería decir que aquellos que hacen una pregunta necia reciben una respuesta necia.

Jesús asemejó a Sus discípulos a la sal. Un discípulo del reino que no vive como un discípulo del reino tiene tanto valor como la sal que perdió su sabor. Los discípulos de Jesús son para el mundo lo que la sal es en la vida diaria: la sal sazona los alimentos; impide que se extienda la corrupción; da sed; potencia el sabor. De modo que Sus seguidores dan el picante de la sociedad humana, sirven como conservantes y hacen que otros adquieran la sed de justicia descrita en los versículos anteriores.

El discípulo tiene una gran función, ser la sal de la tierra viviendo las condiciones del discipulado que se relacionan en las Bienaventuranzas y en todo el resto del Sermón. Si deja de exhibir esta realidad espiritual, los hombres pisotearan su testimonio con sus pies. El mundo menosprecia al creyente no consagrado.

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