«No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”. Mateo 7:21-23
Al leer este pasaje de Mateo 7:21-23 de manera aislada, es lógico pensar que se refiere a alguien que no solo es salvo, sino que también está sirviendo al Señor, y termina perdiendo su salvación. Este malentendido es un ejemplo de no leer cuidadosamente el pasaje en su contexto. El contexto tiene que ver con “los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas” (Mateo 7:15-20). Estos eran impostores. El Señor estaba alertando a Sus oyentes de que podría haber impostores entre ellos, lobos rapaces vestidos de ovejas.
El Señor dijo a estas personas: “Nunca os conocí”. Nunca existió algún momento de su vida en el que tuvieron una relación con el Señor. ¡Nunca fueron salvos! El Señor no dijo: “Te conocí una vez, pero ahora que has pecado y te has apartado, ya no te conozco”. Compare esto con Juan 10:27, donde el Señor dice acerca de los verdaderos creyentes: “Yo [los] conozco”.
De seguro ahora alguno dirá: ¿y cómo hicieron “muchos milagros” y “profetizaron” en el Nombre del Señor si no fueron salvos? Hay muchos que “profetizan” y “hacen milagros” sin ser hijos de Dios. Hechos 19:13 nos da un ejemplo, y nuevamente, Judas es otro ejemplo (Mateo 10:1). La solemne evaluación que hizo el Señor sobre las obras de ellos fue que solo eran obras de “maldad” (Mateo 7:23).
Es crucial entender que Jesús está hablando sobre la autenticidad de la fe y la obediencia genuina. No se trata simplemente de profesar lealtad verbal a Jesús o de realizar actos milagrosos. Jesús enfatiza que la entrada al reino de los cielos está reservada para aquellos que hacen la voluntad de su Padre. Esto no implica que la salvación se base en las obras, sino que las obras son una evidencia de una fe auténtica y transformadora.
El problema que Jesús señala es la discrepancia entre las palabras y las acciones, entre la apariencia de devoción y la realidad del corazón. Las personas mencionadas en el texto están sorprendidas porque han realizado obras en nombre de Jesús, pero no han vivido en comunión con Dios. Sus acciones, aunque impresionantes externamente, carecían de una relación genuina y transformadora con Jesús. Esto se refleja en la respuesta final de Jesús: «Nunca os conocí». El énfasis está en la relación personal con Él, no en las obras realizadas.
Para comprender cómo esto se relaciona con la seguridad de la salvación, es fundamental considerar el conjunto de las enseñanzas bíblicas. La salvación es presentada en la Biblia como un regalo de gracia a través de la fe en Jesucristo (Efesios 2:8-9). Esta fe genuina resulta en una transformación interna que se manifiesta en una vida de obediencia y buenos frutos (Juan 15:5-8). La seguridad de la salvación se basa en la promesa de Dios de guardar y preservar a aquellos que verdaderamente creen en Él (Juan 10:28-29).
El pasaje de Mateo 7:21-23, entonces, no contradice la doctrina de la seguridad de la salvación, sino que advierte contra una fe superficial y no transformadora. Jesús no está diciendo que alguien que verdaderamente ha sido salvado y transformado por Él puede perder su salvación. Más bien, está advirtiendo que una simple profesión de fe, sin una vida que refleje la obediencia y la transformación del corazón, es insuficiente.
“Hay quienes hablan como ángeles y viven como demonios; que tienen la lengua suave como Jacob, pero las manos ásperas de Esaú”. (Trapp)