La Redoma

“Pon mis lágrimas en tu redoma.” Salmo 56:8:

Esta frase poética y profundamente emotiva del salmista David revela una petición de consuelo y cuidado divino en medio de la aflicción. Para comprender plenamente su significado, es importante explorar tanto el contexto cultural como el significado espiritual de esta metáfora.

La arqueología ha encontrado pequeñas vasijas de barro o vidrio llamadas redomas, que eran utilizadas en el antiguo Oriente Medio y otras culturas circundantes. Estas redomas, de cuerpo ancho y cuello estrecho, solían emplearse para recoger líquidos preciosos, como perfumes o aceites. Sin embargo, en algunas tradiciones, también se usaban para guardar lágrimas, un acto simbólico de preservar el dolor y la memoria de un momento difícil. Estas “redomas de lágrimas” eran comúnmente asociadas con mujeres, quienes derramaban sus lágrimas en estas vasijas durante periodos de luto o angustia. Se guardaban como un testimonio tangible del sufrimiento, como si dijeran: “Este dolor no debe ser olvidado.”

Cuando David pide que Dios “ponga sus lágrimas en su redoma,” está implorando que el Señor registre y valore su sufrimiento. Es un acto de confianza en que cada lágrima derramada tiene significado para Dios, quien no es indiferente al dolor humano. Este versículo no solo pide consuelo, sino que asegura que ninguna aflicción pasa desapercibida ante el Señor. Las lágrimas del salmista no son olvidadas o desperdiciadas, sino que se recogen y se conservan como un testimonio del cuidado de Dios hacia los que sufren.

Este Salmo fue escrito durante una época de intensa persecución en la vida de David, cuando fue capturado por los filisteos en Gat (1 Samuel 21:10-15). En medio de la angustia, David expresa su confianza en la justicia divina, sabiendo que Dios no solo escucha su clamor, sino que también valora cada lágrima que derrama. En el versículo 9, David afirma con confianza que sus adversarios retrocederán: “Cuando yo clamare, entonces se volverán mis enemigos atrás.” La súplica por las lágrimas no es simplemente una expresión de dolor, sino también una declaración de fe en el poder de Dios para vindicar y consolar.

Este versículo nos recuerda que Dios es un Dios que se involucra profundamente en nuestras vidas. Cada lágrima derramada en momentos de dolor o angustia es conocida y registrada por Él. La imagen de la redoma muestra la cercanía y la ternura de Dios, que no solo es testigo de nuestra aflicción, sino que la guarda como un tesoro valioso. En el Nuevo Testamento, Jesús llora por la muerte de Lázaro (Juan 11:35) y promete consuelo a los que lloran (Mateo 5:4). Este mismo cuidado divino demostrado por Jesús es el que David experimenta en el Salmo 56.

La súplica de David en el Salmo 56:8 no es simplemente poética, sino profundamente personal y teológica. Es una afirmación de que Dios no solo ve nuestro sufrimiento, sino que lo valora y lo transforma en una oportunidad para Su consuelo y redención. Así como las lágrimas se guardaban en las redomas en la antigüedad, nuestras aflicciones están presentes delante del Señor, quien promete justicia, consuelo y restauración para los que confían en Él.

3 comentarios en “La Redoma”

  1. Hola Linda, estamos para servirte y ayudarte en tu crecimiento doctrinal, cualquier pregunta (y de todos los que nos leen) bienvenido sea.

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