Entendemos la Cristología como la doctrina de la persona de Cristo, Jesús. Dicho de otra manera, la rama de la teología que estudia a la persona de Cristo.
EL CRISTO ANTES DE SU ENCARNACION
La doctrina de Cristo puede incluir un estudio de Su persona y de Su obra. Pero, puesto que Su obra principal fue la expiación, la soteriología generalmente se separa de la cristología. Sus otras obras usualmente se tratan bajo la cristología.
La doctrina se puede organizar más o menos en orden cronológico. Primero viene un estudio del Cristo antes de su encarnación.
Esto sería seguido de una sección sobre Cristo en Su humillación, i.e., durante Su vida terrenal. (Sería erróneo llamarle a esta sección el Cristo encarnado, puesto que la encarnación continúa más allá de Su vida terrenal.) Entonces vendría un estudio de Sus ministerios presente y futuro. Los mayores problemas teológicos aparecen en el período de la humillación de Cristo mientras estaba en un cuerpo terrenal, problemas como el significado de kenosis, la relación entre Sus dos naturalezas, y la impecabilidad.
La doctrina de la persona de Cristo es crucial para la fe cristiana. Es básica para la soteriología, porque si nuestro Señor no es lo que alegó ser, entonces Su expiación fue deficiente, no un pago suficiente por el pecado.
I. LA PREEXISTENCIA DEL CRISTO ANTES DE SU ENCARNACION
A. El significado de la preexistencia
La preexistencia significa que El existió antes de Su nacimiento. Para algunos escritores significa que El existió antes de la creación y antes del tiempo. Pero hablando estrictamente, preexistencia no es sinónimo de eternidad. Prácticamente hablando, representan un concepto similar, porque la negación de la preexistencia casi siempre incluye una negación de la eternidad y viceversa.
B. La importancia de la preexistencia
1. Al nacer. Si Cristo llegó a existir en Su nacimiento, entonces no existe una Trinidad eterna.
2. No es Dios. Si Cristo no fue preexistente entonces no pudiera ser Dios, porque, entre otros atributos, Dios es eterno.
3. Mentiroso. Si Cristo no fue preexistente entonces mintió, porque El se atribuyó preexistencia. Entonces, surge la pregunta, ¿de qué más mintió?
C. La evidencia de la preexistencia
1. Su origen celestial. Los versículos que reclaman un origen celestial para Cristo atestiguan de Su existencia antes de nacer. Note especialmente Juan 3:13 y 31.
2. Su obra como Creador. Si Cristo estuvo involucrado en crear, entonces, por supuesto, tuvo que existir antes de la creación. Véase Juan 1:3; Colosenses 1:16; y Hebreos 1:2.
3. Su relación con Dios. El se atribuyó igualdad de naturaleza con Dios (Juan 20:30). El también afirmó haber tenido gloria junto a Su Padre antes que el mundo fuese (17:5). Pablo también declaró que Cristo tenía la misma naturaleza de Dios (Filipenses 2:6). Estos pasajes también son evidencia de Su eternidad.
4. Sus atributos. El se atribuyó Deidad total y otros la atestiguaron. Estas atribuciones serán examinadas más adelante, pero por ahora bastará Colosenses 2:9—en Cristo habita toda la plenitud de la Deidad.
5. Su relación con Juan el Bautista. Aunque Juan nació antes que Jesús, él reconoció que Jesús existió antes que él (Juan 1:15, 30, textualmente “primero que yo”, pero refiriéndose a la preexistencia como la base de la superioridad de Cristo sobre Juan).
II. LA ETERNIDAD DEL CRISTO ANTES DE SU ENCARNACION
A. El significado de la eternidad
La eternidad significa no sólo que Cristo existió antes de Su nacimiento o aun antes de la creación, sino que El existió siempre, eternamente. Usualmente la eternidad y la preexistencia permanecen o caen juntas, aunque Arrio enseñó la preexistencia del Hijo pero no Su eternidad. El insistió en que si Cristo fue el Hijo unigénito debió de haber tenido un principio. Los Testigos de Jehová hoy en día tienen una cristología como la Arriana, que niega la eternidad del Logos.
B. La importancia de la eternidad
Si se niega la eternidad, entonces (a) no hay Trinidad, (b) Cristo no posee la Deidad total, y (c) El mintió.
C. La evidencia de la eternidad
Su relación con Dios como partícipes de la misma esencia demuestra Su eternidad, puesto que Dios es eterno. Note la palabra charakter en Hebreos 1:3 la cual indica que Cristo es la representación exacta de la naturaleza o esencia de Dios.
La posesión de los atributos divinos incluye el de la eternidad.
Los profetas del Antiguo Testamento afirmaron la eternidad del Mesías. Miqueas dijo que Sus salidas son desde los días de la eternidad. (5:2; véase Habacuc 1:12). Aunque las palabras pueden denotar “desde los días antiguos”, es decir, desde los tiempos más primitivos, también pueden significar desde la eternidad. Isaías 9:6, “Padre Eterno”, probablemente se refiere a Cristo como un Padre para Su pueblo siempre (así solamente mira hacia delante, no hacia atrás a la eternidad pasada).
Cristo se atribuyó eternidad cuando declaró: “Antes que Abraham fuese, YO SOY” (Juan 8:58). Esto es más que una existencia limitada antes que naciese Abraham, porque El dijo “YO SOY”. “Yo era” pudiera indicar que El existió varios siglos antes que Abraham, pro Yo soy (eimi) afirma Su eternidad.
La plena declaración de Juan es que Cristo es Dios (Juan 1:1). “El Verbo era Dios”. No el Verbo era divino (como dicen Moffatt y Goodspeed), puesto que eso requeriría theios (como en Hechos 17:29 y 2 Pedro 1:3). Ni tampoco dice Juan que el Verbo era un dios (como lo traducen los Testigos de Jehová). Los sustantivos definidos que preceden al verbo, como aquí, generalmente carecen del artículo definido (véase León Morris, Commentary on the Gospel of John [Grand Rapids: Eerdmans, 1971], p. 77n).
III. LA ACTIVIDAD DEL CRISTO ANTES DE SU ENCARNACION
A. Su actividad como Creador
1. Su alcance. El participó en la creación de todas las cosas (Juan 1:3; Colosenses 1:16; Hebreos 1:2). Esto demuestra Su poder (ser capaz de crear todas las cosas).
2. Su propósito. Todas las cosas fueron creadas para El (Colosenses 1:16), es decir, para el propósito de llevar a cabo Sus fines en la creación. Esto demuestra Su prerrogativa (hacer que la creación sirva a Sus propósitos).
3. Su continuación. El ahora también sustenta Su creación, porque en El todas las cosas subsisten (v. 17). Esto demuestra Su presencia (continuar sustentando la creación).
B. Su actividad como Angel
1. Su identidad como el Angel de Yahveh. El Angel de Yahveh es claramente una manifestación de Yahveh, porque El habla como Dios, se identifica a Sí mismo con Dios, y alega ejercer las prerrogativas de Dios (Génesis 16:7–14; 21:17–18; 22:11–18; 31:11–13; Exodo 3:2; Jueces 2:1–4; 5:23; 6:11–22; 13:3–22; 2 Samuel 24:16; Zacarías 1:12–13). El hecho de que las apariciones del Angel de Yahveh cesan después de la encarnación indica que El es un miembro de la Trinidad. Esto se confirma con la afirmación del Antiguo Testamento de que el Angel de Dios acompañó a Israel cuando salieron de Egipto (Exodo 14:19; cf. 23:20) y la declaración del Nuevo Testamento de que la Piedra que siguió a Israel era Cristo (1
Corintios 10:4).
2. Sus ministerios como el Angel de Yahveh. (1) Muchas veces actuó como mensajero a varias personas (Génesis 16:7–14; 22:11–18; 31:11–13). (2) Guió y protegió a Israel (Exodo 14:19; 23:20; 2 Reyes 19:35). (3) Fue el instrumento de juicio sobre Israel cuando Dios mandó una pestilencia sobre el pueblo (1 Crónicas 21:1–27). (4) Fue el agente de refrigerio para Elías (1 Reyes 19:5–7).
C. Sus otras actividades
Ninguna otra actividad de Cristo se revela como que ocurriera en Su estado previo a Su encarnación. Su obra como Mesías requirió la encarnación, aunque fue predicha en el Antiguo Testamento. Igualmente Su obra como Salvador necesitaba la encarnación. El Antiguo Testamento no da una revelación específica de la segunda Persona como el Salvador, sino solamente de Dios como Salvador. El haberlo hecho habría requerido de una revelación en el Antiguo Testamento de la Trinidad.
Más bien, ese período se clasifica como “los tiempos de ignorancia” (Hechos 17:30).
Aunque nuestro Señor no estuvo inactivo durante Su estado previo a la encarnación, Sus mayores obras necesitaron de la encarnación. Sin embargo, El permanece magnífico en Su persona como el Dios eterno, pero, por así decirlo, en las sombras, esperando la luz concentrada de la encarnación para revelar Su gloria y gracia (Juan 1:17; Tito 2:11).
Fuente: Teología Básica, Charles C. Ryrie, Editorial Unilit, 1993.
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