Comunión

“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entrare a él, y cenare con él, y el conmigo.” Apocalipsis 3:20 

Este versículo normalmente se interpreta de que Cristo llama a abrir la puerta de su corazón a una persona pecadora, es decir; un llamado al arrepentimiento; pero el contexto demanda que Cristo procuraba entrar a una iglesia que llevaba su nombre pero que no había un solo creyente verdadero en su interior. La idea da a entender un restablecimiento de la comunión, y no de una salvación inicial.

Si el creyente abre la puerta, Él entrará y cenará con él. Esto se basa en la práctica oriental de cenar juntos, que implica comunión. Compartir la mesa era un signo de intimidad y relaciones cercanas que se creaba entre el invitado y el anfitrión.

Vemos en Mateo 9:11 que los fariseos eran particularmente escrupulosos con respecto a sus reglas especiales sobre la comida y no aprobaban comer con personas menos escrupulosas, especialmente personas como los cobradores de impuestos y los pecadores. Aquí suponen que Jesús, al ser un maestro sabio, debiera compartir las convicciones religiosas de ellos, que consideraban eran escritúrales (ver Salmo 1:1).

Volviendo al versículo de Apocalipsis, Jesús dice: “cenaré con él”, esto habla de una comida en específico conocida como el “deipnon”. León Morris dice: “El deipnon era la comida principal del día, y era un asunto de relajación, no un almuerzo rápido”. Esto habla de “compañerismo”. Esto habla de “profundidad” en la relación.

Barclay añade: “La cena (deipnon) era la comida principal del día. Esta era la comida en la cual el hombre se sentaba y platicaba mucho, pues ese era el momento, el trabajo había terminado […]. Es esta la comida que Jesús ofrece, no una simple visita de cortesía, a la cual se llegaba solamente por pasar. Él desea entrar y estar por mucho tiempo juntos, y esperar todo el tiempo que nosotros deseemos que Él espere”.

Scofield llama a este versículo “el lugar y la actitud de Cristo al final de la era de la iglesia”. Él está fuera de la iglesia profesante, llamando con cortesía e invitando a individuos (ya no a la masa de la gente) a dejar la iglesia apóstata a fin de que tengan comunión con Él.

Jesús le da a esta iglesia tibia La Gran Invitación. Él toca a la puerta, pidiendo poder pasar para venir y cenar juntos, en el sentido de compartir calor, tiempo íntimo.

“El ocupante primero debe de abrir la puerta. Esto es, se debe de arrepentir de su orgullo de suficiencia propia, su sabiduría humana, y su neutralidad cobarde.” (Morris)

La clave para abrir la puerta es primero oír Su voz. Cuando prestamos atención a lo que Jesús dice, entonces podemos ser rescatados de nuestra propia tibieza y entrar a una relación “celosa” con Él.

Esto es donde Jesús nos quiere, en un lugar de comunión con Él. Cada cosa que Él le dijo a la iglesia de Laodicea hasta este punto debe ser visto a la luz de este deseo de amor de tener compañerismo. “Reprensión y castigo no son señales de rechazo de parte de Cristo, sino de Su amor permanente y de ruego, aún para los tibios y descuidados.” (Alford)

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