“Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones, acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo.” 1 Tesalonicenses 1:2-3
Quiero explicar el sentido más sencillo de esta poderosa frase: «vuestra constancia en la esperanza»
Primero partimos definiendo la palabra “Esperanza”. La Esperanza es una «segura y firme ancla del alma» (Hebreos 6:17-19). Basada en el sólido fundamento de la fe cristiana, imparte valor, entusiasmo, optimismo y gozo. Es un antídoto para la desesperación y el desaliento. Estimula a una actividad plena de propósito, particularmente para el avance del reino de Dios.
La venida de Jesús al mundo dio nuevo contenido y forma a la esperanza. El cristiano se salva en la «esperanza» (Romanos 8:24), Esperanza que recibimos por gracia (2 Tesalonicenses 2:16). Fuera de Cristo no hay Esperanza (Efesios 2:12,13), pero Cristo es para el creyente «la Esperanza de gloria» (Colosenses 1:27). La justificación por la fe produce paz y gozo «en la Esperanza de la gloria de Dios» (Romanos 5:1,2). Mediante el Espíritu el cristiano espera «por fe la Esperanza de la justicia» (Gálatas 5:5).
Ahora, en cuanto a la esperanza del impío, la Biblia dice: “Cuando muere el hombre impío, perece su esperanza” Proverbios 11:7
Alejandro Magno no quedó satisfecho ni aun cuando había subyugado completamente a las naciones. Lloró porque no quedaban mundos por conquistar, y murió en temprana edad en un estado vicioso.
Aníbal, que llenó tres canastas con los anillos de oro que tomó de los soldados que mató, se suicidó envenenándose. Pocos notaron su muerte, y dejó esta tierra sin que nadie le hiciese luto.
Julio César, quien: ―teñía sus vestidos en la sangre de uno de sus millones de enemigos, conquistó 800 ciudades, sólo para ser apuñalado por sus mejores amigos en la escena de su mayor triunfo.
Napoleón, el temido emperador, tras azotar toda Europa, pasó sus últimos años en el destierro.
¡Ciertamente la esperanza de los impíos perecerá!
En 1 Tesalonicenses 4:13, Dios dice que nosotros somos gente que tenemos esperanza y que no debemos estar tristes como los gentiles sin esperanza. De nada sirve hacer proezas para este mundo y para la carne cuando finalmente la muerte llama y morimos sin esperanza.
Ahora, quiero que nos centremos en la frase: La constancia de la esperanza. Escucharon ustedes la frase: “El que la sigue la consigue” Quiere decir que si eres constante persiguiendo algo, un sueño, un ideal, una reputación, etc finalmente la conseguirás.
Esto que estoy hablando se le llama constancia personal o terrenal, esta constancia intenta lograr resultados a corto, mediano o largo plazo, por ejemplo: Tener el mejor empleo, ser el mejor empresario, ser reconocido como el mejor predicador, que te paguen una deuda, etc, para ello nos forjamos objetivos para lograr dichas metas y la constancia nos ayudará a lograrlo en el mejor de los casos.
La mujer viuda venía constantemente ante el juez injusto a pedir que le haga justicia (Lucas 18: 1-5). Una mujer viuda era como un perro y como un gentil para los judíos, Lo que menos le podía hacer justicia era un juez injusto Pero su constancia, su perseverancia ayudó en todo ello.
Esta es la historia de una profesora que fue enviada a enseñar a un muchacho enfermo acerca de los sustantivos y verbos, ya que él no debía retrasar su aprendizaje mientras estaba enfermo. Cuando ella llegó allí, encontró que el muchacho estaba realmente moribundo, y ella pensó que seguramente la última cosa que él necesitaba era ser enseñado sobre los sustantivos y verbos, pero a eso la enviaron, y entonces ella lo hizo.
Después los doctores encontraron que el muchacho empezó a mejorar, y estaban asombrados por su progreso. Ellos se habían rendido porque su cuidado médico parecía incapaz de sanar su enfermedad. Después de que él se recuperó, una enfermera le preguntó por qué él había empezado a luchar cuando parecía que se había rendido. Él dijo: “Si la escuela hubiera pensado que yo iba a morir, no habrían enviado una maestra que me enseñara los sustantivos y los verbos.” La profesora no le dio sólo conocimiento de sustantivos y verbos. Ella le dio esperanza.
Existe también una constancia espiritual trabaja de la misma forma, solo que requiere de otro tipo de esfuerzo y práctica. La palabra “constancia” literalmente significa “Permanecer bajo”, en nuestro contexto quiere decir: “Permanecer bajo la esperanza”, es decir, la esperanza produjo la constancia.
Cuando hablamos de nuestra esperanza, estamos hablando de la esperanza en nuestro Señor Jesucristo, pero la constancia no es algo en la cual me está siendo una carga impositiva. La constancia se da como producto de la esperanza en el retorno de nuestro Señor Jesucristo.
Ustedes recuerdan la historia del perrito Hachiko…..él esperaba a su amo todos los días en la estación del tren, un día el amo murió pero el animalito seguía yendo a la estación del tren a esperarlo todos los días, fue constante, esperando la venida de su amo. La esperanza produjo la constancia.
Muchos creyentes dicen: «Yo sirvo al Señor batallando día tras día, esforzándome por seguir adelante, perseverando»…….Nosotros solíamos cantar: «Perseveremos hermanos, orando, velando, la venida del Señor cerca está, cerca está…..», pero esto no es constancia en la esperanza por amor, esto es una constancia impositiva que te trazaste tú mismo, la verdadera constancia en la esperanza mira hacia adelante, más allá de las cosas presentes.
La esperanza nunca es inferior a la fe, sino que es una extensión de la fe. La fe es la posesión presente de la gracia; la esperanza es la confianza en el cumplimiento futuro de la gracia. No en el sentido de una visión optimista o de un simple deseo sin fundamento, sino en el sentido de expectación confiada, basada sobre una certeza sólida.
La esperanza bíblica descansa sobre las promesas de Dios, particularmente aquellas que tienen que ver con el retorno de Cristo a la tierra.