Isaías 49: 15-16
“¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, Yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida (Tatuada); delante de mí están siempre tus muros (manos).”
La maternidad es una experiencia humana inolvidable. Una madre alimentando a su hijo recién nacido tiene sentimientos indescriptibles de unión y tierno afecto por el fruto de su vientre. Aun así, Dios dice que la mujer podría olvidarse de su bebé—que es dificilísimo e inverosímil—pero Dios nunca se olvidará de uno de los suyos. Para enfatizar la gran habilidad de Dios para recordar a sus hijos, este pasaje declara que el recuerdo de Dios va más allá que el de una madre por su hijo. La memoria de Dios es aun más profunda que la memoria de una estrechísima relación humana. La memoria de Dios por nosotros está por encima de la compresión humana.
Después de esta vivida declaración del recuerdo de Dios por Sus hijos, el versículo 16 de Isaías 49 usa una figura gráfica que atribuye a Dios la característica humana de las palmas: “En las palmas de las manos te tengo esculpida”. La manera oriental de expresar gran amor y continuo recuerdo se hace por medio del grabado, lo que nosotros llamaríamos tatuaje. La tradición oriental era tatuar en su cuerpo los nombres de aquellos que amas cariñosamente, mientras que simplemente le obsequias regalos a aquellos que amas superficialmente.
El proceso de tatuado es muy desagradable. Cuando una persona se tatúa, comúnmente lo hace en el brazo, algunas veces en la espalda o en el pecho. Pero tú nunca vez tatuadas las palmas de las manos de un hombre. ¿Por qué? Porque las palmas de las manos son demasiado sensibles. Son demasiado delicadas. El dolor del tatuaje en las palmas de las manos es demasiado grande para soportar. Pero aun así Dios dice: “He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida”. Primeramente Dios está diciendo que toma demasiado tiempo mirar en los brazos o en el hombro o a lo largo del pecho, porque esas partes del cuerpo están cubiertas por varios tipos de vestimentas; por lo tanto, El nos ha tatuado en las palmas de Sus manos. Allí puede vernos constantemente. Dios nos ama tanto que, figurativamente, está dispuesto a soportar el agudo dolor de tenernos tatuados en las palmas de sus manos de Sus manos. No es demasiado doloroso para Dios grabar nuestros nombres en las palmas de Sus manos porque El nos ama tiernamente.
Fuente:
– Autor desconocido por mi, si alguno sabe enviar un mail para corregir