Enterrando al padre

“Otro de sus discípulos le dijo: Señor,  permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.” Mateo 8:21.

Uno que quería seguir a Jesús quiso posponer su obediencia al llamamiento del Señor, y ofreció lo que nos parece era una disculpa justa: “Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.” Pero el Señor le respondió: “Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos” (v. 22).

Claro es que el Señor hablaba figuradamente cuando dijo que los que estaban muertos debieran encargarse de enterrar a sus muertos. Se refería a los que estaban muertos espiritual mente; ellos debían cumplirlos deberes familiares y sociales al respecto. Pero esto no es el problema principal. ¿Por qué no permitió el Señor que este discípulo enterrara a su padre?

La razón es que ¡su padre no había muerto! La expresión “enterrar al padre” es un modismo, no tenía relación con el acto de sepultar su cadáver, sino con su continuada presencia en casa hasta la muerte del padre. Este hombre quería aplazar su obediencia al Señor hasta que cumpliera con su imaginada obligación a su padre mientras viviera. El Señor dijo que dejara ese cumplimiento a los que no habían experimentado la vida espiritual ni oído el llamado del Señor a su servicio.

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