Dignos Indignos

“Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre.” Hechos 5:41

La declaración de los apóstoles en este versículo puede parecer una paradoja para la mente humana, especialmente para quienes valoran la comodidad, el prestigio o la aceptación social. Sin embargo, esta actitud de gozo en medio del sufrimiento revela una perspectiva espiritual que solo aquellos que han sido iluminados por la sabiduría divina pueden comprender.

Este pasaje ocurre después de que los apóstoles son arrestados, encarcelados y llevados ante el Sanedrín por predicar en el nombre de Jesús. A pesar de las amenazas y los azotes, ellos no se amedrentan ni se desaniman. Por el contrario, salen del concilio con un corazón rebosante de gozo, reconociendo que han sido considerados dignos de sufrir por Cristo.

El texto griego añade una capa de riqueza al entendimiento de este versículo. La palabra «kataxioústhai» (καταξιωθῆναι) significa «ser considerados muy dignos» o «ser honrados». En contraste, el verbo «atimasthénai» (ἀτιμασθῆναι), traducido como «padecer afrenta» o «ser deshonrados», resalta el desprecio que el mundo mostró hacia los apóstoles.

Aquí se presenta un contraste poderoso: lo que el mundo considera como deshonra (sufrir por la fe) es, en realidad, un honor supremo a los ojos de Dios. Los apóstoles no se enfocaron en las humillaciones terrenales, sino en el privilegio celestial de identificarse con Cristo, quien también fue despreciado y rechazado.

Pablo declara en 1 Corintios 1:18 que «la palabra de la cruz es locura para los que se pierden, pero para los que se salvan, esto es, para nosotros, es poder de Dios.» El gozo en el sufrimiento puede parecer una insensatez para aquellos que no conocen a Dios, pero para los creyentes es una marca de la obra transformadora del Espíritu Santo. Este gozo no nace de las circunstancias, sino de una relación íntima con el Señor y de la certeza de que toda prueba tiene un propósito eterno (Romanos 8:28).

Jesús mismo es el máximo ejemplo de gozo en el sufrimiento. En Hebreos 12:2 leemos que Él soportó la cruz «por el gozo puesto delante de él». Este gozo no estaba en el dolor físico ni en la vergüenza de la cruz, sino en la glorificación del Padre y en la salvación de los perdidos.

Los apóstoles, al experimentar aflicción, entendieron que estaban siguiendo las pisadas de su Maestro. Esta perspectiva celestial transforma lo que el mundo considera como una tragedia en una oportunidad para glorificar a Dios.

En un mundo que constantemente busca evitar el dolor y perseguir la comodidad, este pasaje nos desafía a abrazar las dificultades por la causa de Cristo como una bendición. Pedro, uno de los apóstoles presentes en este evento, escribió más tarde:
«Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros.»
(1 Pedro 4:14).

Cuando sufrimos por nuestra fe, no es un castigo, sino una evidencia de que estamos siendo moldeados a la imagen de Cristo. Es un recordatorio de que nuestra ciudadanía está en los cielos (Filipenses 3:20) y de que nuestra recompensa eterna supera cualquier dificultad temporal (2 Corintios 4:17).

La actitud de los apóstoles en Hechos 5:41 es un llamado a todos los creyentes a adoptar una perspectiva eterna frente al sufrimiento. En lugar de temer el rechazo del mundo, debemos regocijarnos en el privilegio de ser identificados con Cristo. Como dijo Dietrich Bonhoeffer:
«El sufrimiento es el sello de la auténtica fe cristiana.»

Que el Señor nos conceda la gracia de ver el sufrimiento, no como una deshonra, sino como un honor que nos acerca más a nuestro Salvador y que glorifica su nombre ante un mundo que necesita desesperadamente de Su luz.

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