Aféresis

Aféresis: Es una palabra griega que significa el acto de quitar algo, y se emplea para suprimir una letra o una sílaba al comienzo de la palabra.

En la Biblia tenemos el ejemplo del último rey de Judá, Joaquín (2 Reyes 24:6 y ss.), el cual es llamado Jeconías en su genealogía, según aparece en 1 Crónicas 3:16; pero, en Jeremías 22:24, cuando Dios declara que lo va a arrancar (vea también 37:1), su nombre es cortado para que corresponda al acto, y es llamado “Conías”.

Jeconías significa “Yahweh establezca”. Al quitarle la primera sílaba, se le quita precisamente el componente “Yah”, abreviatura de Yahweh, y queda así sin la ayuda de Dios para quedar establecido.

El piadoso rey Josías, cuyo nombre significa “Yahweh sane”, expresó su deseo de que Dios estableciera su reino, poniendo a su hijo el nombre de Eliaquim (“Dios establecerá”), quien fue llamado después Joacim (“Yahweh establecerá”), que tiene el mismo significado que el del hijo de éste, y nieto de Josías, Joaquín o Jeconías. Pero las esperanzas de Josías fueron en vano. La familia de Josías es notable por la forma en que los nombres de sus descendientes fueron rotos o cambiados, y el reino mismo acabó en el desastre.

El texto de Jeremías 22:4 dice así: “Vivo yo, dice Yahweh, que si Conías, hijo de Joacim rey de Judá, fuera anillo en mi mano derecha, aun de allí te arrancaría.” Además de la aféresis en el nombre de Jeconías, convirtiéndolo en Conías, es sorprendente en dicho versículo el súbito cambio de la tercera a la segunda persona del singular.

En el v. 30 del mismo capítulo, leemos: “Así dice Yahweh: Escribid lo que sucederá a este hombre (Conías, v. 28) privado de descendencia, hombre a quien nada próspero sucederá en todos los días de su vida; porque ninguno de su descendencia logrará sentarse sobre el trono de David, ni reinar sobre Judá.” Este versículo, que contiene una grave maldición profética, necesita ciertas aclaraciones.

En primer lugar, la frase “privado de descendencia” no significa que careciese de hijos, pues tuvo siete (1 Crónicas 3:17-18), sino que ninguno de su descendencia según la carne ocuparía el 146 trono de David. Zorobabel, su nieto (1 Crónicas 3:19), llegó a ser gobernador de Judá, después que su abuelo Conías murió en Babilonia (2 Reyes 25:29-30), pero la monarquía no fue restaurada con él.

En segundo lugar, lo que es aún más importante, la monarquía de Judá (e Israel), “el trono de David” para gobernar sobre toda “la casa de Jacob”, había de ser restaurada en la persona de Jesucristo (Lucas 1:32-33), pero Jesús no descendía, “según la carne”, de Conías, sino sólo según los derechos legales a través de José, esposo de María (Mateo 1:16), el cual no era el padre físico, sino legal, de Jesús, mientras que, por la línea de María, la madre de Jesús, el Señor descendía físicamente de David, pero no a través de Conías, como puede verse en la genealogía de Lucas 3:23-38, que es, sin duda alguna, la genealogía física de María, “de la cual nació Jesús, llamado el Cristo” (Mateo 1:16). José, pues, no era hijo de Eli (el griego de Lucas 3:23 dice: “el de Eli”), sino su yerno. De este modo admirable, Dios dispuso que pasasen a Jesús los derechos legales a la corona de Israel, sin incurrir en la maldición pronunciada contra la descendencia física de Conías.

Fuente:

– Diccionario de Figuras de Dicción usadas en la Biblia  – E. W. Bullinger

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