“Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.” Mateo 18:23-24
Un talento es igual a 6,000 denarios; un denario representa el salario de un día de un obrero.
“Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.” Mateo 20:1-2
En el incidente de la alimentación de los cinco mil, la declaración de Felipe es significativa:
“Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco.” Juan 6:7
En la NVI dice: “Ni con el salario de ocho meses podríamos comprar suficiente pan para darle un pedazo a cada uno”.
Volviendo a nuestro tema inicial, dijimos que un talento equivale a 6,000 denarios lo cual equivale al salario de quince años aproximadamente, pero este hombre debía ¡10,000 talentos! Multiplicado por 6,000 (denarios) y dividido entre 365 días del años nos daría un aproximado de ¡164.000 años! ¡La deuda de este hombre es impagable!
El ingreso bruto de toda Galilea sólo ascendía a 300 talentos, ¡y este hombre debía 10.000! El rey amenaza con vender a su esposa, a sus hijos, sus pertenencias y a él mismo con fin de pagar la inmensa deuda, pero el siervo postrado, suplicando a los pies del rey y en un acto desesperado de tragicomedia dice: “ten paciencia conmigo, y te lo pagare todo”, ¡imposible!
Cuando el señor vio la contrita actitud de su siervo, le perdonó todos los diez mil talentos. Fue una magnífica exhibición de gracia, no de justicia.
Ahora bien, aquel siervo tenía un compañero que le debía cien denarios—el salario aproximado de tres meses de trabajo—. En lugar de perdonarlo, agarrándolo, le ahogaba exigiéndole que le pagase todo lo que le debía. Este pobre deudor le rogaba que le diese un plazo, pero de nada servía.
La aplicación es sencilla. Dios es el Rey. Todos nosotros habíamos contraído una enorme deuda de pecado que no podíamos pagar en toda nuestra vida, pero cuando fuimos confrontados ante el Rey por causa de nuestra deuda nos humillamos delante de Él y con gracia y compasión maravillosa, el Señor pagó la deuda y concedió un perdón pleno y libre.
Por otro lado, todos los cristianos somos pecadores imperfectos y estamos siendo perfeccionados juntos. En el proceso, podríamos experimentar discordias con nuestros hermanos y hermanas o sentirnos celosos entre nosotros, cuando andamos en nuestra vieja naturaleza. Sin embargo, si comprendemos el perdón de pecados que hemos recibido de Dios, los errores o las culpas de nuestros hermanos y hermanas son realmente nada. Todos los errores y culpas de los hermanos y hermanas son siempre perdonables.
La venganza era una ley sagrada en todo el Antiguo Oriente; pero, para el cristiano, la contrapartida de la venganza es el perdón ilimitado. Quien haya experimentado la magnitud del perdón de Dios no puede andar calculando las fronteras del perdón con su prójimo.