El tema de la masturbación no es tratado de manera directa en las Escrituras, lo que ha generado diversas interpretaciones y debates entre los cristianos. Sin embargo, la Biblia ofrece principios claros que pueden guiarnos en la reflexión sobre este tema, en relación con la pureza, la santidad y el control del cuerpo y de los deseos. A través de este artículo, exploraremos estos principios y cómo se aplican al cristiano.
La pureza sexual es un tema recurrente en la Biblia. En varias ocasiones, se insta a los creyentes a vivir de acuerdo con un estándar elevado de pureza, tanto en acciones como en pensamientos. Jesús, en el Sermón del Monte, dijo claramente:
«Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón» (Mateo 5:27-28, RV60).
Este pasaje enfatiza que el pecado no solo está en las acciones externas, sino también en los pensamientos y deseos internos. La masturbación suele ir acompañada de fantasías sexuales que pueden caer en la lujuria, lo cual contradice este principio. Si bien la Biblia no menciona explícitamente la masturbación, advierte contra los deseos impuros y los pensamientos lujuriosos que alimentan acciones pecaminosas.
Otra verdad bíblica que debe considerarse es que el cuerpo del creyente es templo del Espíritu Santo. En 1 Corintios 6:18-20, Pablo habla sobre la importancia de huir de la inmoralidad sexual:
«Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.»
Aunque este pasaje se refiere a la fornicación, el principio subyacente es que debemos honrar a Dios con nuestros cuerpos, reconociendo que somos templos del Espíritu Santo. Cualquier práctica que deshonre al cuerpo o que lo someta a deseos carnales que no glorifican a Dios debe ser reconsiderada. La masturbación, en tanto que se asocia a menudo con la lujuria o pensamientos impuros, podría ser vista como una acción que no honra el cuerpo como templo del Espíritu.
La Biblia enseña que uno de los frutos del Espíritu es el dominio propio (Gálatas 5:22-23). El cristiano está llamado a vivir en autocontrol y a someter sus deseos carnales a la voluntad de Dios. Pablo expresa en 1 Tesalonicenses 4:3-5:
«Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios.»
Aunque el contexto principal de este pasaje es el matrimonio, se enfatiza la necesidad de mantener nuestros deseos bajo control y de no dejarnos llevar por la «pasión de concupiscencia» (deseos descontrolados o lujuriosos). La masturbación, si está vinculada con un descontrol de los deseos sexuales, puede caer en esta categoría.
Otro principio relevante para este tema es la conciencia. En Romanos 14:23, Pablo dice:
«Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace por fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.»
En este versículo, Pablo aborda una cuestión de conciencia en cuanto a lo que se come, pero el principio es aplicable en otros aspectos de la vida cristiana. Si un cristiano siente convicción de que la masturbación es incorrecta, entonces no debe hacerlo, ya que estaría actuando en contra de su conciencia y, como resultado, pecando.
Es importante reconocer que, en la vida cristiana, hay luchas continuas contra el pecado y los deseos carnales. Romanos 7 refleja la batalla interna de todo creyente entre el deseo de hacer el bien y la atracción hacia el pecado:
«Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago» (Romanos 7:15).
Si un cristiano lucha con la masturbación y los pensamientos asociados a ella, es fundamental recordar que hay gracia y perdón en Cristo. No estamos llamados a la perfección, sino a depender de la gracia de Dios en nuestra lucha diaria. Romanos 8:1 nos da una poderosa promesa:
«Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.»
El creyente tiene herramientas poderosas para resistir la tentación. Efesios 6:11-13 habla sobre la «armadura de Dios», que nos permite resistir en el día malo. Parte de esta resistencia incluye la oración, la lectura de la Palabra y la comunión con otros creyentes que puedan ofrecer apoyo y rendición de cuentas.
Además de los pasajes ya mencionados, otros textos bíblicos refuerzan el llamado a la pureza y al autocontrol, especialmente para los jóvenes. En 2 Timoteo 2:22, Pablo le aconseja a Timoteo:
«Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor.»
Aquí, Pablo exhorta a huir de las pasiones juveniles, lo cual incluye los deseos sexuales desordenados. La idea de «huir» subraya que no debemos enfrentarnos a las tentaciones de manera pasiva, sino que debemos evitarlas activamente, buscando la justicia y la pureza en nuestro caminar cristiano.
De manera similar, en Tito 2:6-7, Pablo instruye a Tito sobre cómo debe aconsejar a los jóvenes:
«Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad.»
La prudencia y la pureza son cualidades esenciales que los jóvenes deben cultivar, y esto se relaciona con la pureza sexual. Pablo también enfatiza la importancia de mantenerse «puro» en todas las áreas de la vida, incluida la sexualidad.
Finalmente, en 1 Pedro 2:11, el apóstol Pedro advierte sobre los peligros de los deseos carnales, recordándonos que estos deseos batallan contra nuestra alma:
«Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma.»
Pedro describe estos deseos como una lucha espiritual, donde el creyente debe abstenerse de ceder a los deseos carnales que amenazan su bienestar espiritual. La masturbación, si está relacionada con deseos carnales o una falta de control, puede verse como parte de esta batalla espiritual interna.
En Romanos 6:12-13, Pablo añade un principio clave cuando habla sobre la consagración de nuestros miembros a Dios:
«No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.»
Este pasaje enfatiza que los creyentes deben consagrar sus cuerpos a Dios como instrumentos de justicia, no al pecado. Todo aspecto de nuestra vida, incluido el control de nuestros deseos, debe estar sometido a la voluntad de Dios, glorificándole en todo lo que hacemos.
En conclusión, la Biblia nos llama a vivir en pureza, huir de las tentaciones sexuales, y consagrar nuestros cuerpos a Dios como instrumentos de justicia. Aunque la masturbación no es mencionada explícitamente en las Escrituras, los principios de la pureza, el autocontrol, y el dominio propio nos guían a evitar cualquier práctica que alimente deseos carnales o pensamientos impuros. La gracia de Dios está disponible para ayudarnos en nuestra lucha contra el pecado, permitiéndonos vivir vidas santas y agradables delante de Él.