Aunque nuestra sociedad moderna hizo muchos cambios en los matrimonios, Dios aún ve el matrimonio como un compromiso de por vida. Hace unos dos mil cuatrocientos años, el pueblo de Judá se había portado de manera desleal con sus esposas casándose con mujeres más jóvenes y paganas, Dios condenó tal proceder mediante el profeta Malaquías
“Más diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto. ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales.” Malaquías 2:14-16
Dios había atestiguado sus matrimonios, los cuales ellos ahora rompían con toda facilidad. Era Su intención que éste fuera un pueblo puro, produciendo una descendencia para Dios y viviendo en separación, apartado de las corrupciones de los paganos. Dios declara que aborrece el repudio y la iniquidad consecuente.
Cuando dos personas se casan, Dios está presente como testigo de esa ceremonia, sellándola con la palabra más fuerte: pacto (Proverbios 2:17). Un “pacto” nos habla de fidelidad y de un compromiso duradero. Es como si Dios se convirtiera en centinela del matrimonio, para bendición o juicio.
El divorcio se describe aquí como un acto de violencia. El iniciar un divorcio violenta las intenciones divinas para con el matrimonio y el cónyuge al cual uno se ha unido.
Pero, cuando una mujer y su marido viven de acuerdo con los votos matrimoniales, todo el poder del guarda divino del pacto les sustenta en su vida marital. ¡Qué confianza tenemos al saber que Dios apoya nuestro matrimonio! Su poder y autoridad enfrentan a todo enemigo que pueda amenazar violentamente el matrimonio, ya desde dentro o desde fuera.
Más de cuatro siglos después, Jesús confirmó la opinión de Dios respecto al matrimonio
“Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” Mateo 19:3-6
Años más tarde, el apóstol Pablo enseñó:
“Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer.” 1 Corintios 7:10 -11
¿Establecen las Escrituras que el matrimonio llegue a su fin en algún caso? Sí, cuando uno de los cónyuges muere.
“La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor. Pero a mi juicio, más dichosa será si se quedare así…” 1 Corintios 7:39-40