“Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Tetelestai. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.” Juan 19:30
Entre las siete palabras pronunciadas por Jesús en la cruz, pocas encierran tanto poder, profundidad y significado eterno como la expresión griega «Tetelestai», registrada en Juan 19:30. En nuestras traducciones al español, esta palabra se vierte como “ Consumado es ”. Sin embargo, en el idioma original del Nuevo Testamento, esta sola palabra resume la culminación del plan eterno de redención, sellando la victoria definitiva de Cristo sobre el pecado, la muerte y el juicio.
Esta declaración no es un lamento de derrota, sino un grito de triunfo. Jesús no murió como un mártir trágico, sino como un Cordero obediente que, habiendo llevado a cabo toda la voluntad del Padre, proclama al universo que la obra que vino a realizar ha sido perfectamente cumplida. Su sufrimiento no fue en vano, su sangre no se derramó por accidente. Todo lo que el Padre le encomendó —obedecer perfectamente la ley, cargar con el pecado de su pueblo, soportar el juicio divino— ha sido ejecutado sin omisión ni error.
La palabra “Tetelestai” proviene del verbo griego “teleō”, que significa cumplir, terminar, llevar a cabo. Pero su forma verbal exacta en Juan 19:30 es significativa: está en voz pasiva, tiempo perfecto e indicativo. Es decir, Jesús no dice simplemente “he terminado”, sino “ha sido completamente cumplido”, con efectos que perduran para siempre. En otras palabras: nada queda pendiente. Nada puede añadirse a lo ya hecho. El sacrificio es perfecto, completo, irreversible y suficiente.
Históricamente, “Tetelestai” era una expresión común en diversos contextos. Un siervo que cumplía su tarea podía decirla a su amo. Un sacerdote, al examinar un cordero y hallarlo aceptable, la pronunciaba como señal de que el sacrificio era válido. Los comerciantes la escribían en los recibos cuando una deuda era pagada en su totalidad: “tetelestai”, es decir, “pagado por completo”. Los militares daban un grito de victoria (tetelestai) después de una batalla ganada. Jesús, al proclamarla en la cruz, está usando esa misma palabra con el sentido más glorioso imaginable: la deuda del pecado ha sido pagada, la justicia ha sido satisfecha, la obra de redención ha sido ejecutada y el acceso al Padre ha sido abierto para siempre.
Esta palabra transforma completamente nuestra comprensión de la salvación. No se trata de una salvación potencial o condicional. No es una oferta que el hombre debe completar con esfuerzo humano, méritos religiosos o perseverancia propia. Es una salvación consumada por completo por Cristo. La deuda ha sido cancelada, la condenación ha sido eliminada, la ley ha sido cumplida, y la ira divina ha sido propiciada. “Tetelestai” proclama que todo ha sido hecho por Él, sin necesidad de cooperación humana. Lo único que se requiere es fe: confiar en Aquel que lo hizo todo por nosotros.
El eco de esta palabra sigue resonando a lo largo de los siglos. No importa cuán grande haya sido tu pecado, o cuán pesada sea tu carga de culpa: si crees en Jesús, “Tetelestai” también se aplica a ti. No hay condenación para los que están en Cristo Jesús. No hay deuda pendiente. No hay sacrificio adicional que ofrecer. No hay obra que completar. Él ya lo hizo todo.
“Tetelestai” no es una palabra para un momento histórico del pasado. Es una palabra viva, eterna, que nos recuerda que la cruz no fue el inicio de una obra que debemos continuar, sino el cumplimiento perfecto de una redención que ya fue sellada con sangre. Al confiar en Cristo, descansamos en su obra terminada. Ya no luchamos para ser salvos, sino que vivimos en gratitud porque hemos sido salvados.
Consumado es. Tetelestai. Nada falta. Nada sobra. Todo está hecho. Cristo lo ha pagado todo.