El relato del viaje de José y María a Belén, registrado en Lucas 2:1-4, ofrece un fascinante trasfondo cultural e histórico que conecta el nacimiento de Jesús con los acontecimientos globales de su época. El censo ordenado por el emperador Augusto tenía como propósito registrar a la población del Imperio Romano para la recaudación de impuestos y, en algunos casos, el servicio militar. Aunque los judíos estaban exentos del servicio militar debido a sus leyes religiosas, no escapaban al peso de los impuestos imperiales, lo que obligaba a las familias a participar en estos censos. El hecho de que José tuviera que viajar a Belén, su ciudad ancestral como descendiente de David, refleja la importancia de las genealogías en la cultura judía, especialmente para preservar la identidad tribal y familiar.
El contexto de este censo revela la soberanía de Dios al usar los eventos históricos para cumplir su propósito redentor. La profecía de Miqueas 5:2 había anunciado siglos antes que el Mesías nacería en Belén, un pequeño pueblo que parecía insignificante frente a los grandes centros del poder romano. Sin embargo, el mandato del censo hizo que José y María, aunque vivían en Nazaret, se trasladaran a Belén en el momento justo para el nacimiento de Jesús. Este detalle muestra cómo Dios dirige los acontecimientos humanos, incluso decisiones de gobernantes como Augusto, para alinear la historia con su plan divino.
El viaje de José y María a Belén también refleja las dificultades cotidianas de las familias comunes en ese tiempo. Recorrer más de 100 kilómetros desde Nazaret hasta Belén habría sido un desafío considerable, especialmente para una mujer embarazada. Esto añade un nivel de humildad y humanidad al relato del nacimiento de Jesús, quien vino al mundo no en la comodidad de un palacio, sino en circunstancias modestas y ordinarias. Este contraste resalta la naturaleza del Reino de Dios, donde lo aparentemente insignificante o común se convierte en el medio para traer salvación al mundo.