Una perspectiva cristiana sobre política y sociedad
En el debate sobre la relación entre el cristianismo y la política, la doctrina de los Dos Reinos ha sido una de las posturas más influyentes dentro del pensamiento reformado. Esta perspectiva sostiene que Dios gobierna el mundo a través de dos esferas distintas: el reino secular y el reino espiritual, cada uno con su propio propósito y autoridad.
Orígenes y desarrollo
La doctrina de los Dos Reinos tiene sus raíces en el pensamiento de Martín Lutero, reformador alemán del siglo XVI. Lutero argumentó que Dios ha establecido dos formas de gobierno en el mundo: el reino de la derecha, que corresponde al gobierno espiritual de la Iglesia, y el reino de la izquierda, que se refiere a la autoridad civil. Según Lutero, ambos son necesarios, pero cumplen roles diferentes y no deben confundirse.
Mientras que el reino espiritual es el dominio de la Palabra de Dios, la fe y la Iglesia, el reino secular abarca la autoridad civil, las leyes y el orden social. Para Lutero, los cristianos son ciudadanos de ambos reinos y deben respetar las leyes del Estado sin perder su compromiso con los principios bíblicos.
Con el tiempo, esta doctrina fue adoptada por otros reformadores como Juan Calvino, aunque con algunas diferencias. Calvino sostenía que el gobierno civil tenía un papel más activo en la promoción de la moralidad cristiana, lo que llevó a variaciones en la forma en que se aplicó la idea en distintos contextos históricos.
Principales exponentes y evolución
En la actualidad, la doctrina de los Dos Reinos sigue siendo defendida por sectores del luteranismo y algunas ramas del calvinismo. Entre sus exponentes más conocidos en el siglo XX y XXI se encuentran David VanDrunen, quien ha desarrollado una interpretación contemporánea de la doctrina basada en la tradición reformada, y otros teólogos luteranos que han enfatizado la separación entre la iglesia y el Estado.
El concepto ha sido adoptado en diferentes formas dentro del protestantismo. Algunos lo utilizan para justificar la neutralidad política de la Iglesia, mientras que otros lo ven como una manera de limitar la injerencia del Estado en asuntos de fe. Sin embargo, también ha sido criticado por grupos que promueven una mayor participación cristiana en la política, como los teonomistas y dominionistas, quienes argumentan que el cristianismo debe influir activamente en la legislación y las políticas públicas.
Aplicaciones y controversias actuales
En un mundo cada vez más polarizado, la doctrina de los Dos Reinos sigue generando debate entre los cristianos. Para algunos, representa una solución equilibrada que permite la convivencia entre creyentes y no creyentes en sociedades democráticas. Para otros, es vista como una postura pasiva que limita el impacto del cristianismo en la cultura y la política.
En países como Estados Unidos y en algunas regiones de Europa, el pensamiento de los Dos Reinos ha sido utilizado por cristianos que defienden la separación entre Iglesia y Estado, argumentando que la fe no debe ser impuesta por el gobierno, sino vivida en la esfera personal y comunitaria. En contraste, movimientos cristianos más conservadores han criticado esta postura por considerar que deja el control de la sociedad en manos de ideologías seculares.
A medida que la Iglesia enfrenta nuevos desafíos en el siglo XXI, la doctrina de los Dos Reinos continúa siendo un punto de referencia para muchos cristianos que buscan entender su rol en la sociedad sin comprometer su fe. ¿Debe la Iglesia influir en la política o mantenerse al margen? La respuesta a esta pregunta sigue siendo motivo de discusión entre teólogos, líderes religiosos y creyentes de todo el mundo.





Este es un tema que impacta el corazón y la vida del creyente en Jesús. Atengámonos a Su Palabra: «Mi reino no es de este mundo»; «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». «No tendría poder si no te hubiera sido dado de lo alto». Tal vez sea todo lo que los Evangelios dicen que dijo Jesús relacionado con la política; hubo también «hechos» de la vida de Jesús en torno a esta relación entre Fe y Política. La impresión general es que lo primero es el Evangelio: obedecer a Dios antes que a los hombres; busquen primero el reino de Diois y su justicia y todo lo demás se les dará por añadidura. Ello no excluye la ocupación por el mundo secular; la Encarnación del Verbo lleva a tomar muy en serio el plano político: debemos impregnarlo de valores evangélicos sin imponerlos (como lo quería el Señor que siempre invitaba, y Lutero). Esta preocupación por lo político, por demás, es un punto de encuentro -de unidad, tan querida por Jesús- entre todos los cristianos, en especial con la denominada Doctrina social de la Iglesia, expuesta desde 1891 por León XIII hasta hoy.
Juan Guillermo Durán Mantilla
En realidad, si bien Jesús no fundó un sistema político, sus enseñanzas tienen profundas implicaciones para la vida pública (justicia, autoridad, verdad, dignidad humana, servicio). No se limita a “pocas frases”, sino que su cosmovisión transforma toda la vida, incluida la política.
Por otro lado, desde una perspectiva evangélica, la base no es la Rerum Novarum (1891) de León XIII ni la tradición social católica, sino la Biblia misma. Hay convergencias en temas de justicia social, dignidad del trabajo, paz, etc., pero no podemos asumir sin más la “unidad” en torno a esa doctrina, porque difiere en fundamentos (naturaleza de la Iglesia, relación con el Estado, etc.).