✍🏻 “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir”. Mateo 5:17
Esta declaración es crucial para entender la relación de Jesús con la ley judía y los profetas del Antiguo Testamento.
Jesús pronuncia estas palabras en el contexto de la sociedad judía del primer siglo. La ley y los profetas eran la autoridad suprema en la vida religiosa y moral del pueblo judío, y eran considerados como la revelación de la voluntad de Dios.
«La ley» se refiere a los mandamientos y preceptos dados por Dios a Moisés, mientras que «los profetas» abarcan los libros proféticos del Antiguo Testamento que anunciaban la venida del Mesías y contenían revelaciones divinas.
La afirmación de Jesús es una negación clara de la idea de que venía a abolir la ley o los profetas. En lugar de invalidar estas Escrituras, Jesús afirma que su venida es para dar cumplimiento a su verdadero significado y propósito. Jesús cumple la ley y las profecías en varios aspectos. Su vida sin pecado es el cumplimiento perfecto de la ley moral. Además, él es el Mesías esperado, cumpliendo numerosas profecías mesiánicas a lo largo de las Escrituras como la venida de Jesús, su nacimiento virginal, ministerio público, muerte en la cruz y resurrección son eventos que cumplen específicas profecías del Antiguo Testamento, estableciendo su identidad como el Mesías prometido.
Si bien Jesús no abroga la ley, introduce enseñanzas que amplían y profundizan la comprensión del Reino de Dios. Destaca la importancia del amor, la misericordia y la justicia. El cumplimiento ahora se experimenta a través de una relación con él y la aceptación del nuevo pacto basado en la gracia. Jesús destaca la importancia de la justicia interna, no solo la observancia externa de la ley. Su enseñanza recalca que el cumplimiento real de la ley implica una transformación del corazón y una vida que refleje los principios del Reino.
Aunque Jesús inaugura un nuevo pacto, la ley sigue teniendo un papel importante como guía ética y moral para nuestras vidas. La diferencia radica en que ahora la ley se interpreta y se vive a la luz de su enseñanza y su obra redentora.
En resumen, esta afirmación de Jesús establece una continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, resaltando que su venida no es para anular la ley, sino para llevarla a su cumplimiento y establecer un nuevo pacto basado en la gracia y el amor. Es un llamado a comprender la profundidad y la amplitud de la ley divina a través de su vida, muerte y resurrección.