✍🏻 “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. Juan 1:1
Tres grandes cosas se dicen aquí sobre el Verbo: Primero, Él estaba «en el principio», en segundo lugar, “Él estaba con Dios” y el tercero, “Él era Dios”. Estas tres frases serán la materia de nuestro estudio en las siguientes partes de nuestro ensayo por lo que analizaremos algunos detalles importantes que rodean las frases.
📌 PRINCIPIO
Ahora vamos a empezar fijándonos en la palabra “principio”, es importante que la analicemos, para los primeros filósofos griegos esta palabra conllevaba un concepto fundamental dentro de su filosofía y fue utilizado para referirse al elemento primordial del que está compuesta y/o del que deriva toda la realidad material, es decir, el comienzo del universo.
El término “principio” viene del griego “Arjé” (también arqué, arkhé o arché) viene a significar etimológicamente principio, fundamento, comienzo, de allí que el Arjé griego era según su imaginación, por ejemplo, para Tales de Mileto el Arjé era el agua, su discípulo Anaximandro inventó el término ápeiron, que hacía referencia a lo ilimitado, a lo infinito. Pitágoras fue más atrevido y consideró que el Arjé eran los números. Heráclito apostó porque el Arjé era una sustancia en constante cambio y transformación. Usó la metáfora del fuego. Anaxímenes decía que el Arjé era el aire ya que era la sustancia primordial, Demócrito y Leucipo defendieron la existencia de átomos no divisibles que construyen todo, etc.
Para los hebreos, la palabra hebrea que ha sido traducida como “en el principio” es “bereshit”, esta es una palabra compuesta por dos palabras, “be” que significa “dentro de”, “en”, “con”, “por medio de”, “por causa de” etc.; y reshít, que significa “primero (en lugar, tiempo, orden o rango)”, “primicia”, “inicio”, “principal”, “lo mejor” etc.
Según el diccionario Strong, esta palabra viene de la misma raíz que “rosh” que significa “cabeza”, “parte superior”, “comienzo”, “jefe”, “principal”, “gobernante”, etc.
Tenemos entonces tanto como para los hebreos como para los griegos que la palabra Arjé o Bereshit llevan el significado de “superioridad”, “supremacía”, “reino”, “gobierno” o “autoridad”, y de ese significado también derivó la idea de “principio”.
Cuando nuestro evangelista comienza su evangelio “En el principio era el Verbo”, comienza con las primeras palabras del libro del Génesis, la narración mosaica procede a indicar el comienzo de la creación y del tiempo al decir: «En el principio Dios creó los cielos y la tierra» (Génesis 1:1), en el Génesis denota el primer momento del tiempo, a la idea absoluta de pretemporalidad pero el evangelista Juan lleva nuestros pensamientos más allá del comienzo de la creación en el tiempo hasta la eternidad, Él eleva la concepción histórica de la frase «En el principio» significando aquí, «Antes de todos los tiempos» y de toda existencia creada, Juan básicamente escribió, “Cuando comenzó el principio, el Verbo ya estaba ahí.” La idea es que el Verbo existía antes de la creación o incluso antes del tiempo. Juan deja claro que el Verbo no es el principio, sino que es el principio del principio. Él estuvo en el principio, antes que todo lo demás, es evidente en Juan 1:3, donde toda la creación se atribuye al Verbo, quien, por lo tanto, es considerado como increado. y eterno (Juan 17:5; Juan 17:24; Colosenses 1:17).
Concluimos entonces que “En el principio”, antes de que se formara nada, antes de que Dios comenzara la gran obra de la creación, el Verbo ya existía, no empezó a existir. Él no tiene principio, porque «en el principio era el Verbo«. Siempre lo fue. Antes de que comenzara el tiempo y se creara la materia. Esta frase prueba plenamente, en boca de un escritor inspirado, que Jesucristo no fue parte de la creación, ya que existió cuando no existía parte de ella; y que, por consiguiente, no es criatura, ya que toda la naturaleza creada fue formada por él: porque sin él nada de lo que es hecho, fue hecho (Juan 1:3).
Ahora bien, como lo que era antes de la creación debe ser eterno, y como lo que dio ser a todas las cosas, no pudo tomar prestado ni derivar su Ser de ninguna cosa, por lo tanto, Jesús, que fue antes de todas las cosas y que hizo todas las cosas, sin lugar a dudas, debe ser necesariamente el Dios ETERNO.
📌 ERA
En el principio era, era con Dios, era Dios. Tres veces en esta oración el evangelista Juan emplea el verbo imperfecto de “ser” (gr. eimi), tiempo que no da idea de origen para Dios o para el Logos, sino una existencia continua. Es bien diferente el verbo que aparece en el versículo Juan 1:14 (egeneto, se hizo) para el comienzo de la Encarnación del Logos (del verbo ginomai, devenir, llegar a ser).
Véase la distinción claramente establecida en Juan 8:58 «Antes que Abraham fuese (genesthai), yo soy (eimi, existencia atemporal)». Las palabras traducidas “fuese” y “soy” son bien distintas. La una quiere decir que “Abrahán fue introducido en la existencia”; la otra, “que yo existo” (“existía, continuaba existiendo y continúo existiendo” todo en la forma del verbo). La afirmación no es pues que Cristo empezara a existir como fue el caso de Abrahán. En aquel sentido lo entendieron claramente los judíos, puesto que “tomaron entonces piedras para tirarle”.
En Juan 8:25, la contestación de Cristo a la pregunta: “¿Tú quién eres?”, “lo que desde el principio os he dicho”, no significa que se lo hubiera dicho antes; él declara aquí que él es coherentemente la inmutable expresión de su propia enseñanza y testimonio desde el principio, la inmutable encarnación de su doctrina.
📌 EL VERBO
El Verbo viene de la palabra griega “logos” que significa: palabra, pensamiento, razón, ley. El término inicialmente fue empleado por primera vez por el filósofo Heráclito para designar las leyes que controlan el universo, la base del mundo, la ley y el orden. Platón y Aristóteles entienden el logos como ley del ser y como principio lógico. Los estoicos denominaban “logos” al destino, a la razón mundial. El representante de la escuela judío-alejandrina, Filón (siglo I), desarrolló la doctrina del logos como fuerza divina (razón) creadora: intermediaria entre Dios y el mundo y el hombre creados por Él.
Entonces tenemos que para los griegos el “Logos” era descrito como el agente intermedio por medio del cual Dios creó las cosas materiales y se comunicaba con ellas, el puente entre el Dios trascendental y el universo material. Por tanto, el uso del término “logos” probablemente les habría traído la idea de un principio mediador entre Dios y el mundo. Por otro lado, para ellos todo preexistía en un pensamiento, decían que todo lo que ves existió en el pensamiento antes de convertirse en forma y así, antes de que algo exista, ha preexistido en un pensamiento, el pensamiento era el origen de las cosas. Bueno, la Biblia te lleva un paso más atrás. Decía que, si había un pensamiento, entonces tenía que haber un pensador, porque no puedes tener un pensamiento sin un pensador. Entonces, en el principio, Dios, “En el principio, era la Palabra”. Y así, en realidad se remonta incluso antes del pensamiento, tienes la existencia de Aquel que pensó, o la existencia de Dios. Entonces, “En el principio, Dios”, aquí, “En el principio era el Verbo”, Él existía entonces.
El término “Logos” que utiliza Juan para el Cristo, al parecer, es desconocido dentro de la literatura judía pre exiliar, pero después del regreso del exilio en Babilonia y el encuentro más cercano del pueblo judío con el pensamiento griego, ya no lo fue tanto. La mayoría de los judíos ya no hablaban hebreo; hablaban arameo. Sin embargo, las Escrituras siempre se han leído en hebreo. Había que hacer algo para que el pueblo entendiera a Dios y a Su Palabra.
En los targúmenes (traducción del hebreo al arameo) encontramos al “Memra” (Palabra), los sabios judíos utilizaron el “memra” para designar a la manifestación de Dios como el Ángel de Jehová y la Sabiduría de Dios en Proverbios 8:23, el Targum Neofiti dice por ejemplo en Génesis 1:1–3:
«Desde el principio con sabiduría, la Memra (Palabra) del Señor creó y perfeccionó los cielos y la tierra… Y la Memra (Palabra) de Jehová dijo: ‘Que haya luz’; y había luz por su Memra (Palabra)”.
En este Targum, la Palabra o Memra está haciendo, siendo, y actuando como Dios y sin embargo vemos que Él también está con Dios, y es distinta de Él. Juan usó esta misma comprensión judía de la Memra, para introducir al Mesías, que es Dios, lo presenta como el “Verbo”, pero les estaba apuntando hacia atrás, hacia al Antiguo Testamento donde el “logos” o “Palabra de Dios” está asociada con la personificación de la revelación de Dios, la perspectiva de Juan es la del Antiguo Testamento, y no la de los estoicos o siquiera la de Filón.
Así que, esencialmente, lo que Juan está haciendo al presentar a Jesús como el [logos] es recurrir a la palabra y el concepto con el que tanto los judíos como los gentiles de su tiempo estaban familiarizados; y usándolo como el punto de partida desde el cual él les presenta a Jesucristo. Pero Juan va más allá del concepto familiar de [logos/memra] que tendrían sus lectores judíos y gentiles, y presenta a Jesucristo no solo como un principio mediador como lo percibían los griegos, sino como un ser personal, totalmente divino y sin embargo totalmente humano. Además, Cristo no era simplemente una personificación de la revelación de Dios como pensaban los judíos, sino de hecho era la perfecta revelación de Dios de Él mismo en la carne, tanto es así, que Juan registró las palabras que el mismo Jesús dijo a Felipe: “Jesús le dijo; ¿Tanto tiempo he estado con vosotros y todavía no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’?” (Juan 14:9).
Por otro lado, en el Antiguo Testamento, la “palabra de Dios” es a menudo personificada como un instrumento para la ejecución de la voluntad de Dios (Salmo 33:6, 107:20, 119:89, 147:15-18). En el Nuevo Testamento hay una posible personificación de la “Palabra de Dios” en Hebreos 4:12.
Concluimos esta sección anotando que el Logos era la Sabiduría de Dios, el conocimiento con el que crea todo lo existente. Retoma el profundo significado griego del término y hace de Logos el preexistente, Dios mismo. Este término va mejor con el propósito de Juan y constituye su respuesta a los gnósticos que o bien negaban la verdadera humanidad de Cristo (los gnósticos docetistas) o que separaban al eón Cristo del hombre Jesús (los gnósticos cerintios). El Logos preexistente “se hizo carne” (Juan 1:14), y mediante esta frase Juan rebatía ambas herejías de una vez.
El uso de logos o “palabra/verbo” en referencia a Jesús ha sido confuso para algunos, especialmente para los sectarios, pero cuando se entiende bien, echa las bases para el Evangelio de Juan. Presenta a Jesús desde el principio como Dios, Creador, dador de vida, que vino a la tierra para vivir entre la humanidad y a revelar a Dios al hombre y a redimir de sus pecados a todos los que crean en Él. En respuesta, los lectores están llamados a creer en Jesús como Hijo de Dios.